martes, 19 de enero de 2010

IV. El Pasado


Tantos días sin dormir pensando en él se convertía ya en una rutina. Nadeo se había recuperado poco a poco y ya casi estaba fuera de peligro pero Luciano aun tenía ese sabor a angustia en la boca. Por fin pudo entrar a visitarlo pero era tan extraño verlo tan callado y quieto. Lo único que hacía era ir y venir del hospital cada mañana y cada tarde. Muchos pensaban que se sentía culpable de alguna manera por el accidente pues también iba con Nadeo en la motocicleta pero su afán era más que responsable y solidario, era algo que él mismo comenzaba a entender pese a asustarse de saberlo. Fueron muchas tardes frente a esa ventana pensando en lo que sentía en realidad.
Una mañana muy temprano los padres de Nadeo le dijeron a Luciano que su hijo estaba fuera de peligro, que pudo reaccionar pero que era necesario dejarlo descansar. Luciano quiso ver con sus propios ojos que por fin estaba despierto, que ya no había que temer. Entre tantos nervios y sentimientos extraños el cuerpo de Luciano se entumeció y apenas podía sostener su mano sobre la frente de Nadeo. Su ternura era infinita.

-“Hola. No sabía que estabas acá.
-“Estaba muy preocupado por ti”
-“No debiste. Me siento muy bien, sólo tomé un descanso prolongado. Ahora tengo ganas de salir y comprar unos cigarrillos y luego dar una vuelta por la playa. ¿Me acompañarás?
-“Si, lo haré, pero ahora debes descansar y recuperarte”
-“¿Por qué me miras así?¿Tan mal me veo?”
-“No, no. Te ves muy bien. Un poco pálido pero te ves muy bien”
-“¿En serio? ¿Tan bien como para que cierres la puerta y te metas conmigo en la cama?”
-“Nunca vas a cambiar, ya me di cuenta, pero me alegro que ya estés mejor”
-“Mi madre me dijo que viniste todos los días, esperando a que yo despertara. Te lo agradezco”
-“Me di cuenta de algo” – “¿De qué?”
-“No sé cómo explicarlo pero sentí que no te volvería a ver y que nunca dije lo que quise decirte”
-“Ya veo. Pero ¿Qué es lo que quisiste decirme entonces?
-“Me dio miedo no volver a verte y creo que sabes lo que significa eso”

Nadeo cerró los ojos y sonrió como si sintiera morfina en el cuerpo, pues hay placeres tan profundos que el alma vibra y se trasluce en el rostro.

El mes estaba pasando velozmente. Le habían dado de alta y ya estaba en su casa. Nadeo se quedó mirando la playa desde la terraza de su casa y a su lado, el otro sobreviviente del accidente. Una charla que había quedado incompleta, algunos detalles de los días que pasaron dentro de la conmoción, las mismas bromas de mal gusto de Nadeo, limonada helada, las campanadas de la iglesia que anuncian la misa de las seis, el brillo naranja del sol sobre el rostro, el aire que trae desde el mar un suspiro profundo en el cuerpo.

Por la noche Luciano regresó a casa. Su rostro mostraba viveza otra vez. Toda la cena no dejó de hablar del accidente y de cómo estaba Nadeo. Su madre veía con buenos ojos que el pequeño Luciano haya escogido a un amigo como Nadeo, tan educado e inteligente. Era la mejor oportunidad para su hijo, de aprender algunas cosas que la gente de las grandes ciudades puede enseñar sobre la vida.
Luego de una larga hora dentro de la tina, Luciano ya estaba en la cama. Sus ojos se comenzaban a cerrar pero alguien estaba dispuesto a despertarlo a como dé lugar. Nadeo burló la vigilancia, la prescripción médica y estaba debajo de su ventana en la manera habitual en la que siempre lo buscaba.

-“Deja de tirar piedras a la venta que ya me desperté. Deberías estar en tu cama, se supone que tuviste un golpe muy fuerte en la cabeza y casi no te puedes mover.
Es más, no sé cómo diablos llegaste hasta aquí”
-“Déjame subir. Estoy aburrido en casa. No tengo sueño. Ya he dormido por días”
-“¿Por qué siempre me metes en problemas?”

Casi cargado Nadeo subió hasta la habitación, tratando de hacer el menos ruido posible. Era eso precisamente lo que más disfrutaba Luciano, esa mezcla de miedo, de meterse en problemas, y a la vez, la paz que le daba que con Nadeo nada malo iba a pasar, aún asi, refirieron quedarse a oscuras y seguir retando el peligro.

-“Necesitaré verte desnudo para poder recuperarme completamente del accidente”
–“Ya veo que aunque te falte la mitad del cuerpo nunca podrás dejar de ser un idiota”. -"Puede ser. Esta vez me vas a tener que ayudar porque no me puedo mover, sigo herido, lamentablemente. -"¿Qué quieres que haga? –“ Yo me quedo sobre la cama y tú vas a tener que hacer el resto” Hay ocasiones en que la noche no alcanza para hacer y decir lo suficiente, no alcanza para demostrar cuanto hay dentro de uno mismo. Las horas caen como cae el sudor de la frente. La mañana va llegando como va llegando el cansancio al cuerpo, y uno cae, rendido, agotado. Como el final de una lucha que ambos han ganado.
Al final, lo único más perfecto es verlo dormir. Entre sus pestañas largas y sus labios delgados, Nadeo viaja a otros mundos en donde Luciano también quisiera estar. Lo mira de cerca y recorre con su dedo cada ángulo de su cara como si dibujara un rastro perfecto para poder seguir

Ya había sido difícil hacerlo subir hasta la habitación, ahora bajar se veía peor. Varios sirvientes ya se habían levantado pero como huyen los bandidos, entre el sigilo y el placer del hurto perfecto, Nadeo se va.
Varios amigos de Luciano se comenzaban a preguntar dónde se había metido. Dejó de asistir a las fogatas, a las tardes de playa, incluso ya no respondía ni las llamadas. Pasaron así varias semanas, de esas semanas de vacaciones en las que no sabemos qué día es hoy. Una mañana, mientras Luciano terminaba de vestirse su madre lo llamó. Comenzó a bajar las escaleras hacia el pasillo principal y escucho que dos personas conversaban. Se acercó y pudo ver a uno de sus amigos sentado frente a la madre de Luciano.-“Hijo, mira quién ha venido a verte”. Ambos se saludaron, aunque era inevitable que Luciano ocultase su extrañeza. Se trataba de Fabián, uno de sus mejores amigos desde hace años. –“Bueno, los dejaré solos, tengo que ir a ver si tus hermanos ya se han despertado. Dale besos de mi parte a tu madre, querido. Hace mucho que nos vemos. – “Se lo diré, gracias”.
-“¿Qué haces tan temprano por aquí? –“Pensé que era el mejor momento para encontrarte, casi nunca estás en casa. Los muchachos y yo comenzamos a preocuparnos, pensamos que estabas enfermo o algo así. No te vemos más por la playa. Es raro eso. Te echamos de menos, la pandilla no es la misma sin ti”. -“Es verdad, he estado un poco alejado, lo siento mucho” -“Me dijo tu mamá que pasas casi todo el tiempo en la casa de los Luque. Has hecho un nuevo amigo entonces” – “Sí, en algún momento quiero ir a la ciudad y Nadeo me habla sobre ella, conversamos sobre mis planes, tú sabes. -“Es cierto, el hijo de los Luque sigue en el pueblo. No se lo ha visto luego del accidente” – “Se está recuperando poco a poco” -Bueno, hoy por la noche hay una fiesta en el pub. Es cumpleaños de Francisca, y me pidió que te avise si querías ir. –“Sí, claro. Francisca. Bueno, creo que puedo ir un rato.” -Yo pasaré como a las diez por aquí, si quieres te espero y vamos juntos”
Luciano casi había olvidado el mundo fuera de la casa grande, fuera del mundo de Nadeo, de sus historias sobre la ciudad, las apuestas, las carreras, los viajes, y tantos detalles de su vida que tarde tras tarde deslumbraban a Luciano. Pero más allá, él también tenía historias, menos pomposas pero estaban llenas de sus amigos, de los buenos ratos que pasaban juntos. Más tarde Nadeo espero a Luciano hasta que sonó el timbre y lo vio llegar. Aún le costaba levantarse solo y andar al mismo ritmo de antes pero luego de unas semanas ya habían mejoras. Luciano le comentó sobre la fiesta de la noche, sobre Fabián y el interés de sus amigos por reencontrase con él, aunque a Nadeo pareció no importarle siquiera.
A las diez en punto pasaron por Luciano y enrumbaron hacia el pub de la plaza. Al llegar se dieron cuenta que el lugar estaba repleto, casi todo los muchachos del pueblo estaban ahí. Todos se saludaron y fue como si volviesen a ver a Luciano luego de años. Luego de una par de canciones, Luciano fue por algo para tomar hacia la barra. Caminaba despacio hasta que subió la mirada y como si fuese un espectro vio a Nadeo parado delante de él. Estaba sin vendas, perfectamente vestido y rodeado de un grupo de personas. Otra vez tan galante, con esa sonrisa impávida. Ambos cruzaron fugazmente miradas y siguieron sin decirse nada. Al llegar las dos de la mañana, Luciano se excusó con sus amigos y decidió irse a casa. Salió del pub y caminó una cuadra hacia el callejón que lo llevaba a la vía principal. De pronto volteó a ver una sombre que lo seguía. No fue difícil distinguir el porte de Nadeo, su forma de caminar y su completo cálculo.
-“Entonces te ibas a casa sin despedirte de mí” –“Nunca me imaginé verte aquí, no entiendo cómo puedes ser tan irresponsable” – “No pasa nada, vine a tomar algo, no me podía perder un evento tan importante, lleno de tan ilustres asistentes. ¿Te has divertido? ¿No me has extrañado ni un poco? –“No lo sé, ¿viniste a vigilarme?” – “Jamás vigilo a nadie, sólo quise ver como uno se puede divertir aquí” Nadeo se acercó lentamente, poniendo a Luciano contra la pared -“Estamos en mitad de la calle, nos pueden ver” –“¿Ahora tú eres el que se quiere esconder? No puedo creer ese cambio. A mí me da igual si te comienzo a tocar, y te voy desvistiendo lentamente, y hago lo que te gusta que te haga, aquí mismo” -“No, estamos muy cerca del pub, hay mucha gente, todos mis amigos están ahí, por favor” – “Suplícame, Luciano, suplícame y prométeme que no me dejarás pasar una sola noche solo”
Para el momento en que ambos estaban zigzagueando sus cabezas, Fabián comenzó a llamar a Luciano desde lejos. Se acercó lentamente sin entender bien lo que pasaba. Pudo ver ambas siluetas comenzar a alejarse. La cara de Luciano mostraba terror, pero Nadeo parecía divertirse con la situación.
-“Comencé a buscarte por todo el pub, y apenas me dijeron que te habías ido salí a buscarte para acompañarte a tu casa” dijo Fabián. -“No te preocupes, muchas gracias. Esto bien, Casi no tomé nada. Muchas gracias, Fabián”-“Sí, veo que estás ya acompañado. Bueno regresare a la fiesta. Nos vemos”
Ambos siguieron su camino sin comentar lo que había pasado aunque ambos sabían que habían sido descubiertos. Para Luciano era aterrador lo que Fabian podía haber entendido.
-“¿Quieres venir conmigo a casa un rato? Prometo que será un momento” – “Está bien, igual no podría dormir luego de lo que pasó, esperare que comience a amanecer y me iré a casa. Además, prefiero que ya estés en tu cama, sabes que debes estar en reposo, no debías siquiera haber salido”
Ambos estaban una vez más como ladrones buscando la forma más sigilosa posible para entrar a la casa pero un ruido destruyó el plan. Un auto venia a velocidad por el camino hasta pararse frente a ellos. Ambos trataban de ver quién estaba en el auto. Tantas conjeturas posibles cayeron sobre ambos pero nadie se esperaba que al abrir la puerta del vehiculo aparecería un desconocido, por lo menos para Luciano. Era un joven delgado, se notaba cansado pero sus ojos pardos estaban como apuntando fijamente a Nadeo mientras lanzaba una sonrisa.
–“¿Juan? ¿Qué haces aquí? preguntó Nadeo -“Vine a buscarte. Conduje varias horas pero ya estoy aquí. Mi barco llegó hoy temprano, tuvimos que desembarcar antes de tiempo, no tuve forma de avisarte. Llamé a tu madre y me contó lo del accidente. Tenía muchas ganas de verte y darte la sorpresa”.

No hay comentarios: