
El brillo de su pelo aumenta con la luz que atraviesa el vitral español, mientras sus labios van cambiando de forma en cada palabra que dice. Su aura se eleva y casi se siente la paz de su narración. Luciano, desde lejos, sigue atentamente cada gesto que hace mientras habla. Han pasado varios días y es la única oportunidad de ver a Nadeo aunque sea una mañana de domingo, frente al podio, dando la lectura que le encargó el cura:
-“Porque los que viven conforme a la carne, de las cosas que son de la carne se ocupan; mas los que conforme al espíritu, de las cosas del espíritu son.
Porque la intención de la carne es muerte; mas la intención del espíritu, vida y paz.
Por cuanto la intención de la carne es enemistad contra Dios; porque no se sujeta a la ley de Dios, ni tampoco puede. Así que, los que están en la carne no pueden agradar a Dios”
Algunas son sólo palabras mudas que divagan mientras la tensión se acomoda en el cuerpo de Juan, quien no deja un segundo de marcar su territorio. Sentado junto a los padres de Nadeo, mira de reojo hacia su costado como si apuntara ira y la disparara. Del otro lado, Luciano repele con un golpe simliar. Su desinterés por Nadeo es burdo y poco creíble pero él cree que no. Oye la prédica dominical como si oyera cantar al mismo diablo, como si la voz de Nadeo rasgara en él.
Poco a poco se va rindiendo y ablanda el orgullo, su cuerpo sufre los mismos escalofríos de siempre y es que pareciera que entre tanta gente, Nadeo lo mira directamente cada vez que levanta la mirada. Por algunos segundos deja caer la mente en sus recuerdos, lo tiene en frente, desnudo, dormido, riendo, mordiendo su cuello.
-“Mas vosotros no estáis en la carne, sino en el espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, tal no es de él.
Empero si Cristo está en vosotros, el cuerpo a la verdad está muerto a causa del pecado; mas el espíritu vive a causa de la justicia”
Ese domingo, Fabián había ido temprano a casa de Luciano para acompañarlo con sus padres a la iglesia. Era algo que no solía hacer, por sus creencias judías y más aun por el traje que tenía que usar pero por encima de todo estaba aquella amistad, extrañamente ganada basada en una confianza a medias.
Nadeo lo sabía bien, los había visto varias veces pasear juntos por la playa y pese a que sabía que Luciano no pretendía nada más que una simple amistad, no confiaba en Fabián, posiblemente efectos paranoicos o un ojo clínico de algo que se avizoraba mas allá de lo evidente.
-“Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Cristo mora en vosotros, el que levantó a Cristo de los muertos, vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros.
Así que, hermanos, deudores somos, no a la carne, para que vivamos conforme a la carne:
Porque si viviereis conforme a la carne, moriréis; mas si por el espíritu mortificáis las obras de la carne, viviréis”
“Es palabra de Dios” culminó Nadeo, quien limpió el sudor de su frente con un pañuelo y bajó del altar para dirigirse a su lugar, junto a Juan.
En los pocos pasos que le faltaban para llegar a su asiento, se quedó mirando fijamente a Luciano, con ternura, como un arma que desesperadamente tenía que utilizar, pero ni eso le funcionaría.
El resto de la ceremonia se prolongaba interminablemente y las palabras se convertían en una tortura. Luego de la consagración, Luciano se levantó para comulgar, se dirigió al altar siguiendo una larga fila de viejas y esperó su turno. Al llegar frente al sacerdote, abrió la boca para recibir el cuerpo de Cristo y regresó lentamente a su asiento repasando con sus labios algún resto del sabor que quedaba. Sus ojos estaban puestos hacia el suelo para evitar la tentación de mirar a Nadeo, unos metros delante de él. Pero sus ojos se levantan como si se abriera una puerta para dejar entrar a alguien. Nadeo sabe qué significa ese gesto y entra en él con sus ojos ávidos mientras Luciano termina de colocarse en su asiento.
Terminada la misa dominical, la muchedumbre sale rápidamente por el calor, preferían ir a casa a refrescarse antes que quedarse en la entrada revisando la agenda social de toda la semana. Luciano pidió permiso a su madre para ir al baño antes de irse y entró a la casa parroquial. Se paró frente al espejo del baño y mojó su pelo con el agua fría que salía de la canilla. Sus manos recorrían toda su cabeza llevando el frescor, pero una imagen apareció casi espectralmente en el espejo. Detrás de él estaba Nadeo, sediento como un vampiro, dispuesto a lanzarce sobre Luciano.
-“¿Por qué lo haces? dijo Nadeo
-“¿Por qué hago qué?
-“Juegas conmigo de una manera muy cruel”
-“¿Yo? ¿Ahora soy yo quien juega? Pero si eres tú quien hace los juegos, juegas con las personas, contigo, con el mundo entero. Somos juguetes tuyos, Nadeo. Lanzas cuerdas sobre nosotros y nos haces bailar como marionetas, nos haces saltar y cantar”
-“No me has dejado explicarte nada. Para mí no eres un juego”
-“No me importa lo que vayas a decir, todo es claro. Regresa con tus padres que deben estar esperándote”
-“Yo me quedo contigo”
-“Si te quieres quedar en el baño, hazlo, yo me voy”
-“No, no entiendes. Yo me quedo contigo porque quiero que seas tú la única persona en mi vida”
-“Nadeo, termina esto ya, eres patético”
-“No lo voy a hacer porque sé que tú no quieres terminar esto”
Nadeo cerró la puerta del baño con el pestillo y se quedó parado delante de ella, mostrando su más decida intención de no dejarlo salir. Comenzó a acercársele, sin perder la seriedad en sus ojos. Sus manos comenzaron a desabotonar la camisa de Luciano, luego rozaba lentamente su abdomen como dibujando círculos .
-“Ni tú te atreverías siquiera a intentar hacerlo aquí”
-“¿Por qué no? Sabes que ni tú ni yo somos santos. Sabes que quieres esto más que yo”
-“No, yo no quiero nada más”
“Entonces porque dejas que lo siga haciendo, te gusta sentir como toco tu cuerpo. Yo me vuelvo loco cada vez que ese chico se te acerca”
-“¿Fabián?” – “Si”
Luciano parecía inmovilizado con las caricias, con la lengua de Nadeo, con la imagen que ambos proyectaban frente al espejo mientras trataban de vocalizar las pocas palabras que tenían para decirse.
-“Es sólo un amigo” – “No, quiere más que eso, me puedo dar cuenta”
De pronto tocan a la puerta - "¿Luciano, estás ahí?
-“Si, estoy aquí, ahora salgo, Fabian” - “Tu madre me pidió que te buscara. Ya nos vamos”
-“Si, dile que ahora voy, por favor” - “¿Todo está bien ahí dentro?
-“Sí” respondió Luciano, con la voz partida pues Nadeo no dejaba de relamer su cuello una y otra vez.
-“Bueno, entonces te espero afuera” dijo Fabián mientras se alejaba hacia la entrada principal
-“Suéltame. Cada vez que te me acercas causas estas cosas, problemas. ¿Crees que olvido todo lo que está pasando? No vuelvas a acercarte a mi”
Luciano sale furiosamente del baño mientras se acomoda la camisa.
Dos días después Juan terminó de empacar las cosas que había traído y se despidió de Nadeo. Había un barco esperando por él y debía irse. La idea de dejarlo solo lo desesperaba un poco, pero sabía que un niño no podía competir con él.
Con sus cosas puestas ya en el auto se despidió de los padres de Nadeo, salió a la puerta principal y no dijo ninguna palabra, estiró los brazos hacia arriba mirando el cielo y sonrió
-“¿Tan feliz de regresar estás?”
-“No, querido Nadeo, yo me quiero quedar. Prefiero el sol aunque esta ciudad es muy aburrida. Si no tienes un buen amante, simplemente te aburres aquí”
-“Vas a tocar ese tema otra vez”
-“No, lo termino. Sabes bien que nada de lo que hagas en este pueblo cambiara las cosas. No lo digo por mí sino por ti. No crees fantasías en la mente de ese niño que bien sabes no se lo merece. Te conozco, aunque me encanta que creas que me puedes engañar”
-“No tengo más que decirte”
-“Eso es mejor, porque conozco bien lo que haces cuando estoy viajando, lejos para poder verte pero nunca pude imaginar que ibas a hacerlo aqui, y menos con un niño. Voy a dejarte en tu paraíso terrenal un tiempo más pero recuerda que tendrás que despertar del sueño que quieres vivir y solamente yo voy a estar en la realidad. No me agotes porque hay un límite. Te espero en casa. Adiós”
Juan cerró muy fuerte la puerta del auto. Encendió un cigarrillo y arrancó velozmente. Nadeo se quedó parado mirándolo mientras se iba alejando de la casa, poco a poco, por el camino de árboles hasta llegar a la carretera. Sintió nostalgia de separarse de él otra vez, pero en el fondo sentía rabia de que tuviera razón. Su vida era feliz con él y ciertamente era todo lo que tenia, aunque eso signifique entender lo vacio que estaba en realidad.
Al día siguiente, muy temprano en la mañana llegó una carta para Luciano. Luisa, la mujer que cuidó de él desde que nació, subió las escaleras a duras penas debido a su edad, llamó a su puerta y le dijo que algo había llegado para él.
-“Pasa, Luisa”
-“Hace un momento encontré esto debajo de la puerta para usted. Quise que la vea porque me pareció extraño que sólo diga su nombre. No dice nada más, ni quien la envía.
-“Gracias, Luisa. Yo veré qué dice” –“Si, joven Luciano”
Un sobre extraño, letras a tinta negra y una carta que aceleró su corazón. Cada letra iba punzando su estómago y sentía como se derrumbaba todo. Alguien decidió atormentarlo. Esa noche al salir del bar, luego de la fiesta, alguien los vio en el callejón cerca a la plaza. Ese alguien los conocía muy bien, y ahora quería dinero a cambio de guardar el secreto mejor guardado de los hijos predilectos de aquella aristocracia rural. La mente siniestra de esa persona había calculado todo, incluso indicó detalles exactos que confirmaban la peligrosidad de su intención, aunque no pedía mucho dinero, debía tratarse de alguien de la escuela o del pueblo que quería ganar algo a cambio del silencio. Luciano pensó en ir a ver a Nadeo urgentemente y salió despavorido de su casa hasta llegar a la mansión.
Nadeo estaba tomando sol en la terraza cuando lo vio llegar, casi jadeante, casi como muerto.
-“Si has venido por la carta, ahórrate los detalles. Yo también acabo de recibir una”
-“¿Qué vamos a hacer? – “Pagar”
-“Lo dices tan tranquilo, eres tú quien perdería más y no me explico cómo puedes estar tomando sol y bebiendo a esta hora”
-“Estoy pensando qué diablos hacer. Efectivamente, yo pierdo más, pero no importa quién pierde más o menos. Tengo que mantener la calma que seguro es uno de tus amigos. Le daré el dinero y asunto terminado. Nos dejará en paz”
-Yo te lo dije, esa noche había mucha gente pero jamás me haces caso”
-“¿Te quieres tranquilizar un poco? A ver, ¿Quién más sabe de esto? ¿Acaso no es tu amigo Fabián?”
-“¿Intentas suponer que es él? Puede ser cualquiera. Además él no necesita dinero, menos lo conseguiría de esa forma. Tú y tu mente podrida, crees que todos son como tú”
-“Si vamos a solucionar esto será mejor que dejes a un lado tu resentimiento. Es momento de pensar en lo que haremos. Por ahora esperaremos otra carta o algo así para saber cómo darle el dinero.
-“No necesito nada de ti”
– “Entonces le pedirás dinero a tus padres: Queridos padres, necesito dinero para pagarle a un chantajista que quiere soltar la noticia que me gustan los hombres”
-“Me voy porque tú vas a terminar de arruinarme. Si sabes algo, me avisas”
-“Sí. ¿Al salir podrías decirle a la sirvienta que quiero más hielo?
-“Seguro, Nadeo” dice Luciano, quien sale como si el diablo lo llevara cargado
De regreso a casa Luciano venia pensando en el miedo que sentía. Posiblemente no fue una sola persona que los vio esa noche y esto era el inicio de una larga pesadilla de silencios y tensiones. No estaba dispuesto a correr ningún riesgo pero tampoco a vivir como un delincuente.
Casi antes de llegar a la casa grande, Luciano comenzó a sentir miradas inquisidoras como si todos supieran ya lo que pasaba. No había otra salida que pagar lo que pedían, especialmente por Nadeo, pese a las cosas que venían sucediendo entro ambos, seguía sintiendo el mismo cariño por él.
Durante la cena nadie dijo una palabra; ese silencio ponía más nervioso a Luciano, como si su madre estuviera por abrir la boca y comentar lo que se estaba rumoreando por el pueblo. Ante tanta presión pidió permiso para retirarse de la mesa a su habitación y descansar. Subió y cerró su puerta como si su acechador estuviera merodeándolo de cerca. Se recostó sobre la cama a pensar en alguna solución. Prefirió el silencio y la oscuridad para analizar la situación. De pronto sonó el teléfono y saltó para contestar antes que alguien más lo haga. Luciano temblaba mientras decidía pronunciar alguna palabra.
-"¿hola?"
Del otro lado una voz familiar se oyó
-“Soy yo, tonto, no te asustes”
-“Nadeo ¿qué pasa? - “Nada, quería saber cómo estabas, nada más”
-“Pues bien, gracias, ahora si me disculpas me iré a dormir”
-“¿No has sabido nada nuevo?” – “No, no tengo noticias ni nada, estoy esperando que manden algún mensaje y nos diga donde dejar el dinero”
-“Bueno, yo me encargaré del dinero y para que no te sientas menos, serás tú quien le lleve lo que pida, a dónde te pida llevárselo”
-“Está bien, ahora déjame dormir, no creas que este asunto arregla las cosas,únicamente estamos resolviendo el tema de la carta. Apenas termine, cada uno seguirá su camino ¿entiendes?
-“Sí, lo entiendo. No quieres saber de mí. Bueno, que tengas buenas noches. Descansa”